Aunque nacido en Suiza, gran parte de la trayectoria artística deAlberto Giacometti (1901-1966) transcurrió en Francia y, más concretamente, en París, adonde se había trasladado en su juventud para ampliar su formación artística. Allí tomó contacto con las primeras vanguardias y, durante unos años, sus obras se asociaron a la experimentación cubista y, más tarde, al surrealismo, corriente en la que participó activamente al comienzo de la década de los 30.
Sin embargo, ya en los años 40, el artista imprime un giro radical a su obra, pasándose al campo de la figuración. Para entonces, el mundo ha conocido ya la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y descubierto el horror de los campos de concentración nazis. Quizás influenciado por todo eso, el figurativismo de Giacometti es tan peculiar: con frecuencia nos presenta figuras humanas en pie, muchas veces desnudas y a menudo extremadamente delgadas, casi filiformes, acusando una fragilidad desmesurada.
Alberto Giacometti: "Hombre señalando" (1947). "Hombre caminando" (1960).
Tales figuras, habitualmente realizadas en bronce, suelen ser de tamaño natural (aunque Giacometti recurrió también durante unos años al extremo contrario, creando obras diminutas) y presentan superficies ásperas y rugosas. Parecería como si con ellas el autor quisiera mostrarnos los aspecos más trágicos y desoladores de la existencia humana, influenciado a fondo por los acontecimientos de la época que le había tocado vivir. Todo ello es lo que hace tan original la obra de un artista que reflejó con su peculiar mirada el mundo que le rodeaba. "Lo que veo me preocupa" afirmaba Giacometti. No era para menos
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